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Cine Goya:  Caçafantasmes,  domingo 26, 17:30h

Crónica publicada en zena.cat

Hay que tomar Cazafantasmas por lo que es: una comedia de acción veraniega que sigue rigurosamente las normas del género, a pesar de revertir los roles masculinos y femeninos de sus protagonistas respecto a la versión de 1984.

Puede gustar más o menos el tipo de humor que gasta, pero es el adecuado para esta clase de película, que por otra parte no flojea en ningún momento con respecto al ritmo; es entretenida de principio a fin, y ese es su objetivo. La carga emocional de la película recae sobre la amistad entre las mujeres protagonistas, algo en absoluto habitual en el género de acción que a menudo relega los papeles femeninos a intereses románticos y / o secuaces del héroe. Si bien el desarrollo de esta trama emocional se basa en un cliché tras otro, corresponde a lo que se espera de una película como Cazafantasmas.

Erin, el personaje interpretado por Kristen Wiig, recibe el principal arco evolutivo del filme, que pasa por recuperar su amistad con Abby (Melissa McCarthy). Si bien el potencial cómico de McCarthy parece un poco desaprovechado, queda en equilibrio con el resto del elenco y, por fin, escapa del estereotipo caricaturesco de mujer gorda graciosa en lo que parecía haberla forzado Hollywood. Por otra parte, la excentricidad de Kate McKinnon al papel de Holtzmann la ha convertido inmediatamente en la favorita de Internet, si bien ha sido Leslie Jones, Patty a la película, que ha recibido mayor atención mediática por motivos bien diferentes. Pero antes de entrar a discutir su caso, hay algunos aspectos del filme, más allá del hecho de tener protagonistas femeninas, que resultan interesantes desde el punto de vista del feminismo.
Melissa McCarthy, Kate McKinnon, Kristen Wiig y Leslie Jones a Cazafantasmas (Sony)

Melissa McCarthy, Kate McKinnon, Kristen Wiig y Leslie Jones en ‘Cazafantasmas’ (Sony)
Fantasmas del feminismo y el Efecto Streisand

Resulta del todo ridículo como, en el contexto actual, cualquier película protagonizada por mujeres es recibida (para bien o para mal) como un éxito del feminismo, como si el objetivo del movimiento no fuera otro que forzar los engranajes de Hollywood con nuestra propaganda para conseguir una secuela más de Bridget Jones (es un hecho, se estrena en septiembre).

Esto no significa que la representación de la mujer en los medios no sea un agente importantísimo para el cambio, pero sí que, como explican Yvonne Tasker y Diane Negra en Interrogating Postfeminism, la responsabilidad de las críticas feministas es acercarse a la cultura popular desde del escepticismo, cuestionando si las políticas de género son realmente progresistas o si promueven una visión postfeminista que celebra la agencia de la mujer como consumidora pero teme su independencia real, evocando el feminismo vez que lo rechaza [y]. A menudo son los grupos misóginos que creen dominar internet los que marcan como feminista un texto con la intención de desvalorizarnos el y convertirlo en diana de críticas y ataques. Se trata del Efecto Streisand, un fenómeno que hace que los intentos de censura de un producto consigan el efecto contrario y terminen dándole mayor visibilidad y publicidad. Por ejemplo, la llamada al boicot de Mad Max: Fury Road logró despertar el interés del público y acercar el producto a una audiencia que nunca hubiera sentido atraída por él. Un efecto similar se ha dado con Cazafantasmas, y parece que se repetirá con otras películas con público tradicionalmente masculino que sitúen a la mujer al frente de sus remakes o secuelas, como es el caso de la próxima Ocean s 8. El rechazo insistente y agresivo al feminismo (o lo que se vende como tal) es irónicamente el que la aviva y lo mantiene como parte del debate mediático.

Está claro que la cultura contemporánea actual está producida, en parte, en respuesta a las demandas feministas, pero también es obvio que no es oro todo lo que reluce. Si cada semana estrenara una película protagonizada por mujeres no existiría este debate, porque Cazafantasmas sería una comedia más, mejor o peor (nadie ataca Adam Sandler cada vez que estreno una película sin gracia ni interés). Pero, como la vida, la valía de las mujeres del cine es puesta en cuestión y desacreditada a la más mínima oportunidad. Se trata de un hecho que Cazafantasmas traslada a la metaficción: hasta que no ven con sus propios ojos como los fantasmas destruyen Nueva York, nadie cree que ellas puedan haber demostrado su existencia. Por ello, más que discutir sobre si Cazafantasmas es una película feminista o no, hay que preguntarse por qué se exige tanto de una comedia sin pretensiones que en ningún momento se toma a sí misma en serio. Su trama no es crítica con la cuestión del género más allá de un par de bromas poco memorables, pero que sí resulta interesante el personaje de Kevin, la reversión del tropo de la «secretaria sexy» que Chris Hemsworth interpreta de forma sorprendentemente icónica.

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